¿Por qué es importante conocerse y gestionarse a uno mismo cuando se toma el mando de la empresa familiar? (1ª parte)

“Durante más de treinta años me he dedicado a enseñar la gestión de las personas en la empresa. Hoy ya no pienso que aprender a dirigir a otras personas sea el aspecto fundamental que los ejecutivos tienen que aprender. Lo que hoy enseño es, sobre todo, cómo gestionarse a sí mismo.”

Peter Drucker, 1999 [1]

 

Hace un año que Daniel Martínez tomó el mando de su empresa familiar dedicada al sector alimentario en Chile. Desde el momento en que su padre le sugirió que él sería el mejor candidato para sucederle, Daniel nunca ha dudado de su capacidad para liderar la empresa familiar fundada por su padre. Siempre se ha sentido como el único sucesor posible de entre sus dos hermanos; percibiéndose a sí mismo como un líder seguro y exitoso. Daniel suele ser ambicioso en sus proyectos y no tiene miedo de asumir responsabilidades. Su gran capacidad de liderazgo y su imagen de éxito que inspira y da confianza, son cualidades que le hacen un buen candidato para seguir construyendo el proyecto que años atrás inició su padre.

No obstante, el traspaso de liderazgo no está siendo tan fácil como Daniel esperaba. La comunicación con su padre se ha vuelto fría y distante, mientras que su equipo directivo no está respondiendo como él esperaba, los objetivos marcados para este año no se han cumplido. Pareciera como si las cualidades de Daniel estuvieran siendo ensombrecidas por su afán de protagonismo y la necesidad de ser admirado. Los intereses y las necesidades de sus empleados le preocupan cada vez menos. Ensimismado, Daniel deja poco espacio para que los miembros de su equipo directivo muestren sus fortalezas y añadan valor a la empresa. Se siente furioso y frustrado, pues no entiende como su equipo directivo resulta tan ineficiente bajo la batuta de un líder tan excepcional como él .

Hace varias semanas que Daniel evita las conversaciones en privado con su padre pues siente que son una pérdida de tiempo para él.  Le sorprende como su padre,  en vez de admirar sus acciones en la empresa familiar, le sugiere replantearse ciertos aspectos de su liderazgo, especialmente acerca del modo de relacionarse con su equipo directivo. Aunque Daniel parece no darse cuenta, su actitud como líder está afectando tanto la armonía familiar como la motivación de sus directivos. Al mismo tiempo, la frustración y el estrés se apoderan de su día a día en la empresa familiar.

El caso de Daniel demuestra algunas características de un rasgo de personalidad narcisista poco gestionado. Seguramente Daniel no es consciente de sus rasgos de personalidad dominantes y, por lo tanto, no es capaz de gestionarse a sí mismo. En casos como el de Daniel, el comportamiento de la persona se vuelve automático y poco adaptativo, y genera dificultades para la empresa y para la familia durante el proceso de sucesión.

Para Daniel, como nuevo Director General de la empresa familiar, uno de sus mayores retos es hacer suyo el proyecto empresarial y convertirse en líder, ser él mismo y renovar la visión de la empresa familiar utilizando sus fortalezas, conocimientos, y todos los recursos que tiene a su disposición. Para su padre, como predecesor, el reto reside en dejar el mando y redefinir su rol personal dentro de la empresa, aportando su conocimiento y experiencia sin interceder en la gestión de Daniel. Para que padre e hijo caminen juntos y en armonía, el autoconocimiento es fundamental y equivale a la brújula del navegante, o al mapa del excursionista. Si sucesor y predecesor no desarrollan una personalidad madura, siendo conscientes de sus rasgos de personalidad y de cómo éstos afectan al proceso de sucesión, ambos pueden llegar a vivir el proceso de sucesión como una etapa ardua y dolorosa.

Por la importancia que tiene el autoconocimiento para lograr una cohabitación saludable entre predecesor y sucesor durante el proceso de sucesión, es esencial tener en cuenta  algunas nociones fundamentales de la psicología y la psiquiatría sobre la personalidad.

¿Qué entendemos por personalidad?

Imagen: Pixabay
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La personalidad se puede entender como un patrón complejo de características psicológicas profundamente incorporadas y estables, que presenta elementos cognitivos (pensamiento), volitivos (voluntad), afectivos (emociones) y tendencias conductuales (inclinaciones). Es el sello de identidad de quien lo posee [2].

La personalidad nos ofrece la capacidad de funcionar de una manera autónoma y competente en el mundo. Una personalidad madura se caracteriza por la capacidad para relacionarse con los demás y con nuestro entorno de un modo cálido, íntimo y con sentido amplío de uno mismo y de los demás. La personalidad madura dota al individuo de seguridad en sí mismo, sentido del humor, disfrute, entusiasmo y pasión por la vida.

La personalidad se compone de dos dimensiones básicas que son el temperamento y el carácter. Con el temperamento se nace, mientras que el carácter se va desarrollando a medida que el individuo va interactuando con el mundo a lo largo de la vida. Mientras que el temperamento es un conjunto de rasgos psicológicos profundamente arraigados, determinados por herencia genética, difíciles de cambiar y que se expresan automáticamente, el carácter es el resultado de la autoconciencia de uno mismo y la forma en que se manejan los valores y objetivos elegidos individual y libremente. El carácter determina la manera particular con que cada individuo percibe, almacena y codifica la información que recibe del mundo exterior a modo de aprendizaje; así pues, el temperamento está siendo continuamente “atemperado” por los aprendizajes que tienen lugar a lo largo de la vida [3].

Se dice que una persona se comporta de una u otra manera dependiendo de la presencia o ausencia de determinados rasgos de personalidad. La psiquiatría y la psicología han estudiado los trastornos de la personalidad para realizar una clasificación de los diferentes rasgos de personalidad [4]. Debemos entender que los rasgos de personalidad no son ni buenos ni malos: si se conocen, existe un autocontrol por parte de la persona y son bien gestionados, los rasgos de personalidad representan el mayor tesoro de la persona, pues la hacen única e irrepetible [5].

Sin embargo, cuando la personalidad se ha ido desarrollando de forma anómala y no se ha gestionado adecuadamente, el individuo generalmente adquiere formas de reaccionar e interactuar con los demás disfuncionales y repetidas. En estos casos se habla de un trastorno de personalidad. Este suele ser un problema para la interacción con las otras personas y con su entorno. Generalmente, los trastornos de personalidad no son percibidos por la propia persona que los padece, sino por las personas que le rodean, quienes sufren las consecuencias de tales actitudes y comportamientos [6].

Por lo tanto, los rasgos de personalidad son como las dos caras de una moneda. Por un lado, si no se gestionan y se escapan del control, si no se conocen o no se utilizan correctamente, pueden llegar a ser una debilidad que amenaza el funcionamiento autónomo y competente de la persona; por otro lado, pueden ser una fortaleza que dote a la persona de seguridad en sí misma, sentido del humor, entusiasmo e iniciativa.

En la segunda parte de este artículo veremos cómo pueden influir algunos rasgos de personalidad en el proceso de sucesión. También daremos algunos consejos para iniciar el proceso de autoconocimiento y aprender a conocerse a uno mismo.

 

Lucia Ceja, investigadora de la Cátedra de Empresa Familiar del IESE

 

Referencias

[1] Peter F. Drucker (1999) Managing One self. Harvard Business Review, January 2005.

[2] De Dou y Ceja (2008). Personalidad y Empresa Familiar. Nota Técnica IESE Business School SMN-661

[3] Cloninger, R.C. (1999). Personality and psychotherapy. American Psychophatological Series.

[4] Clasificación basada en el American Psychiatric Association “Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (DSM-V)”, quinta edición, 2014.

[5] Millon, T. (2001). MIPS Inventario de estilos de personalidad, TEA.

[6] Millon, T. & Davis, R. (1998). Trastornos de la personalidad. Más allá del DSM-IV. Masson.

 

Para saber más: